A 38 años del golpe, cómo es volver al lugar de desaparición

Los sobrevivientes que volvieron a los centros clandestinos donde habían estado desaparecidos, comparten una misma sensación: el lugar es más pequeño y modesto de lo que imaginaron cuando estuvieron prisioneros. En INFOnews, el efecto agigantador del miedo y los fantasmas del terror.
Andrea Bello tenía 19 años cuando fue secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Era 6 de diciembre de 1978. Entró encapuchada y a los golpes. Durante los primeros días se preguntaba dónde estaba. Por un envase de detergente que encontró en el baño, con la etiqueta Deternaval supo que estaba la ESMA. Llevaba siempre un tabique. Por eso en los nueve meses que duró su secuestro, no pudo tener una vista completa del lugar. Igual se hizo una idea de cómo era esa cárcel sin barrotes.

20 de marzo de 2004: Un grupo de sobrevivientes entran al Casino de Oficiales de la ESMA, donde estuvieron desaparecidos.

20 de marzo de 2004: Un grupo de sobrevivientes entran al Casino de Oficiales de la ESMA, donde estuvieron desaparecidos.
Pasaron 9.236 días -25 años- para que Andrea pudiera comprobar si lo que aquella joven de 19 años se imaginó, coincidía con el lugar real donde estuvo desaparecida y torturada. Un 20 de marzo de 2004, junto a un grupo de casi 30 compañeros, acompañados por el entonces presidente Néstor Kirchner y su mujer Cristina, volvió al Casino de Oficiales de la ESMA. Llegó hasta el predio de Avenida del Libertador en un bus que salió de Casa Rosada. Entró caminando y con la cara descubierta.
“Nos corrieron las paredes”, fue lo primero que pensó cuando tuvo una vista panorámica del Casino de Oficiales. “El lugar era mucho más pequeño de lo que recordábamos”, cuenta Andrea INFOnews. Por primera vez caminaba por esas habitaciones sin grilletes, ni esposas, ni capucha. “Estábamos siempre tirados en el piso y eso nos daba una visión muy limitada del espacio”.
Además de un cambio del punto de vista de los sobrevivientes sobre el lugar –ahora lo recorrían a pié y sin tabique- ese 20 de marzo cambió también el punto de vista de la historia: no estaban allí como detenidos desaparecidos por razones políticas, sino como sobrevivientes de un centro clandestino de detención.
“El miedo agrandaba mucho las cosas. El terror era muy poderoso”, dirá Andrea para entender el por qué de su recuerdo con dimensiones agigantadas. Ese 20 de marzo recorrieron el Casino de Oficiales y la imprenta. También visitaron el área de enfermería. Sobre ese momento, Andrea, recuerda un diálogo que tuvo con la entonces senadora Cristina Kirchner:
“Nos corrieron las paredes”

-Tenía una muela destruida y me llevaron a enfermería. Me sacaron por este pasillo-Cristina la miraba atenta.-me acuerdo que vi por debajo del tabique a un grupo de marinos que con pantaloncitos y remera blanca, hacían gimnasia. Y yo entabicada, con grilletes y esposas-.
-Estabas disfrazada y no era carnaval- contestó Cristina, conmovida.
Un retrato de época
La visita de ese 20 de marzo incluyó un recorrido por varios lugares. Andrea, junto a sus compañeros detenidos, querían mostrarle al presidente la zona de los talleres de automotores, ubicados al fondo de las 17 hectáreas que forman la ESMA. Eran casi las siete de la tarde. Oscurecía y los marinos empezaron a apagar las luces del predio.

La ESMA, por dentro.

La ESMA, por dentro.
“Yo me quería ir. Me sentía blanco de cualquier cosa”, recuerda Andrea. Pero se tranquilizó cuando vio que Néstor también percibía el gesto intimidatorio.
-Muchachos, ¿Qué les parece si volvemos otro día con más luz?- propuso al grupo de sobrevivientes, en un gesto de prudencia y precaución, que no encontró resistencias.
Habían pasado 28 años desde el golpe. Todavía en la ESMA funcionaba la escuela de marinos. En dos días, el presidente anunciaba la creación del Museo de la Memoria en lo que fue uno de los centros clandestinos de tortura y muerte más grandes del país.
El fantasma de La Cacha
Una mañana Alberto Bozza se subió a su Fiat Spazio y emprendió viaje hacia La Cacha. No puede recordar con exactitud el año, pero era entre 1984 y 1987. “Quería ver lo invisible, ese agujero negro donde habíamos estado desaparecidos. Uno quería saber cómo era por fuera” cuenta. Pero por la falta de información certera sobre cómo acceder –por entonces esa zona era un lugar poco frecuentado- sumado, probablemente, al aislamiento y silencio en el que los sobrevivientes vivían, Alberto decidió dar marcha atrás y regresó a su casa.

La Cacha, La Plata.

La Cacha, La Plata.
Con el fin de la Dictadura y para borrar toda evidencia, La Cacha se demolió. En ese lugar que entre 1977 y 1978 funcionó un centro clandestino de detención, no hay nada. Con los años, y a pesar de su primer intento fallido por llegar al lugar, Alberto pudo ver, por medio de fotos, cómo era por fuera esa casona de tortura y muerte.
Al ver las imágenes, el profesor de historia, hoy docente en la Facultad de Periodismo de La Plata, sintió que “no cuadraba el ámbito de terror que había vivido adentro de ese lugar, con la fachada vulgar y descuidada” que veía retratada en las fotos. Había vivido dentro de La Cacha una “experiencia tan fantasmagórica y aterradora” –“comparable con las escenas de películas de terror, del tipo El Resplandor”, dirá- que al descubrir el aspecto exterior de ese lugar, se sorprendió.
Estando detenido, Alberto no entendía qué eran esos alambres, bobinas, enrejados y ganchos agarrados al suelo que lo rodeaban; todos elementos que hacían del lugar un espacio mucho más terrorífico y misterioso. “Ne tenía referencia de algún lugar parecido”, recuerda.
Lo que por entonces Alberto no sabía era que estaba prisionero dentro de lo que había sido una antigua planta transmisora de Radio Provincia. Pero en su cautiverio, “no podía resolver qué era” lo que veía. La respuesta llegó con los años y así supo que en ese lugar donde escuchó cómo los militares cantaban un himno franquista que decía “cálzame las alpargatas, cárgame el fusil, voy a matar tantos rojos como flores tienen marzo y abril”, se llamó La Cacha por el personaje infantil de Hijitus, La Bruja Cachabacha, que desaparecía gente.

Alberto fue secuestrado el 19 de abril de 1977, cuando salía del batallón de Comunicaciones 601 de City Bell, donde era soldado conscripto. Había militado en el Partido Socialista de los Trabajadores. “Ahora que hablo sobre el tema, me están surgiendo ganas de ver el lugar, pero de una manera más distendida”, dirá a INFOnews a medida que se sumerge en el recuerdo de su detención y su fallido intento por conocer lo que fue su prisión.
Entró como preso político y volvió como funcionario público
La primera vez que Juan Scatolini volvió a la Unidad 9, después de estar detenido 4 años en el pabellón de la muerte, lo hizo como funcionario de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires. Nunca se imaginó volver, y mucho menos como trabajador del Estado.
Era 1993 y lo habían invitado a la inauguración del ciclo educativo.
-Mañana tengo que ir a la cárcel- le contó a Luciano, su hijo de 20 años, que en plena dictadura había ido a visitar a su papá detenido.

Por la Unidad Penal N° 9 pasaron muchos presos políticos

Por la Unidad Penal N° 9 pasaron muchos presos políticos
-Ah, vas a la cárcel…
-Sí. A mi no me cae mucho, pero me invitaron. Y si tengo que ir, voy.
-Te quiero acompañar-.
Juan se emociona cuando cuenta los recuerdos que avivó en su hijo la vuelta a la cárcel.
-Acá antes había unos bancos. Y allá una calesita- señalaba Luciano desde adentro del penal.
Scatolini padre no podía creer cómo su hijo, que durante las visitas no tenía más de cinco años, recordara con tanta precisión el lugar. Y eso es lo que, todavía hoy, más lo conmueve.
“Al horror que vivimos es más fácil verlo en otro que en uno mismo. Y yo lo vi en Luciano, con la memoria vívida que tenía de ese lugar”.
En esa visita, Juan se cruzó además con varios empleados penitenciarios que lo conocían de sus años como preso político. “Algunos me saludaban. Estaban sorprendidos” de que volviera como funcionario. “Yo tampoco me lo imaginé. Después de salir de la cárcel, no quería volver a la gestión pública”, recuerda.
Antes de ser detenido, Sctatolini, asistente social criminológico, trabajó en la Unidad 10 de Melchor Romero, donde empezó a ser perseguido por su trabajo con los presos. Por eso se trasladó al penal de Gorina. Suponía que allí podía trabajar con más libertad. Hasta que vio a personal de inteligencia de la marina caminando por los pasillos y le preguntó a una de las autoridades de la cárcel.
-¿Qué hace este tipo acá?
-Vino a buscar el legajo con tu dirección-.
A los días, Juan fue detenido por sus ideas, su militancia y su trabajo social. 
Fuente: http://www.infonews.com/2014/03/21/sociedad-130663-a-38-anos-del-golpe-como-es-volver-al-lugar-de-desaparicion-dia-de-la-memoria.php
Share on Google Plus

About Charles Francis

    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comentarios: