SINDICALISMO (4° PARTE)
"Nuestro sindicalismo dejó de lado la solidaridad"
Por Armando Caro Figueroa. Ex ministro de Trabajo de la Nación
Los comportamientos corporativos son formas de eludir el compromiso de tener que arbitrar una política salarial socialmente responsable.
Pocos son, como se sabe, los puntos de contacto entre los movimientos sindicales de la Argentina y de los Estados Unidos. Sin embargo, ambos atraviesan un momento de crisis que afecta al núcleo mismo del sindicalismo: el concepto de solidaridad.
En el caso argentino, la crisis resulta ralentizada tanto por el blindaje que al modelo de sindicato único proporcionan la legislación y el control sobre las obras sociales, como por el pacto tácito entre la CGT y un sector del empresariado. Vale decir, por la ausencia de libertad sindical y por el oportunismo de ese segmento de la patronal.
Una manifestación nítida del agotamiento del viejo modelo es el abandono del principio de solidaridad y su reemplazo por comportamientos corporativos, como es el caso de los conflictos de encuadramiento sindical (donde los aparatos se disputan el control de las cuotas de los trabajadores), pero sobre todo la negativa a negociar un pacto social. Esta negativa facilita la unidad formal de la CGT que, al dejar en libertad a los sindicatos para definir sus demandas en función de su capacidad de presión (darwinismo sindical), elude el compromiso de tener que arbitrar una política salarial socialmente responsable.
Por otra parte, la decisión de no asumir responsabilidades frente a la escalada inflacionaria, a sabiendas de que el aumento de los precios fabrica pobres, pinta de cuerpo entero a la actual conducción y a su doctrina construida sobre los ejes del hipernacionalismo, el estatismo y el énfasis en la alianza con el peronismo político.
Más allá de la retórica anticapitalista, la acción reivindicativa de los sindicatos tradicionales argentinos no contempla el objetivo de cerrar la brecha que separa a los distintos segmentos en los que están divididos los trabajadores. En realidad, los innegables éxitos que en materia de salarios han alcanzado los sindicatos que actúan en las áreas que motorizan el ciclo de crecimiento económico no hacen sino profundizar aquella brecha.
El frente hegemónico que controla la CGT está integrado por dos fuerzas sindicales convergentes: a) Aquella que defiende las medidas proteccionistas (devaluación, dólar alto); y b) Los sindicatos que se desempeñan en sectores "no transables" y, en consecuencia, no se sienten amenazados por relocalizaciones o por la competencia exterior. Ambos aceptan una media salarial baja (con picos por encima de la inflación), a cambio de más empleo, incluso informal, y del mayor poder que obtienen, por ejemplo, a través de aportes de las empresas a las arcas sindicales.
En los EE.UU., la AFL/CIO sufrió el alejamiento de sindicatos que representan alrededor del 30% de los afiliados a la central, y que han resuelto constituir una nueva organización (Coalition to Win). El conflicto, que enfrenta a dos formas de encarar la acción sindical frente a los nuevos desafíos emergentes de la globalización y de las amenazas ambientales parece ser visto con simpatía por la derecha republicana y por las grandes empresas.
Para entender la escisión hay que tener en cuenta, además, que, a diferencia de lo que sucede en la CGT argentina, la AFL/CIO es una confederación cuyos cuerpos orgánicos funcionan con regularidad y deciden por aplicación de la regla mayoritaria, y que dispone de un apreciable poder respecto de los sindicatos confederados.
Una mayor aproximación a la crisis de la AFL/CIO muestra que la misma gira alrededor de los distintos enfoques respecto del principio de solidaridad y de las diferentes propuestas para recomponer el alicaído poder sindical. De un lado aparecen los sindicatos escindidos (camioneros (IBT), alimentación y comercio (UFCW), y empleados de servicios (SEIU) que, en su mayoría, representan a trabajadores al abrigo de la competencia internacional.
La posición de este segmento podría sintetizarse en el siguiente eslogan: "Más sindicalismo y menos política"; siempre y cuando estos términos se interpreten como una apelación a rebajar los estándares de solidaridad entre los trabajadores. Según algunas opiniones, atentas a las señales con las que el presidente Bush intenta seducir a los escindidos para que apoyen la explotación de hidrocarburos en Alaska, las rebajas que propone el nuevo sindicalismo alcanzan también a la defensa del medioambiente.
En el lado opuesto, se ubica la actual dirección de la central norteamericana, que apuesta por redoblar los vínculos con el ala izquierda del Partido Demócrata como la vía más eficaz para amortiguar los efectos que la globalización acarrea sobre el empleo y las condiciones de trabajo en los sectores que otrora lideraron el crecimiento industrial y los avances del sindicalismo americano (automóvil, química, acero, aerolíneas).
Para observadores cercanos al líder histórico de la AFL/CIO, J. Sweeney, tras el alejamiento de sus oponentes se esconden intereses de la derecha política y, también, una disputa por el destino y administración de las cuotas que pagan los afiliados y que, como se sabe, se utilizan para apoyar a los candidatos del Partido Demócrata en las elecciones generales.
Conviene añadir que, no obstante la envergadura de las discrepancias, las partes enfrentadas parecen haber encontrado fórmulas de emergencia para lograr un mínimo de coordinación.
A diferencia de quienes celebran el debilitamiento del sindicalismo como un avance hacia mayores cotas de libertad económica, pienso que la crisis que aqueja al sindicalismo argentino debiera transformarse en una oportunidad para renovar la organización de los trabajadores en beneficio de la democracia, la economía de mercado, la igualdad y la integración mundial.
Ni los caminos ni los instrumentos son nuevos: libertad sindical, cosmopolitismo obrero, democracia interna, no ingerencia del Gobierno, solidaridad y armonización de las demandas de equidad social con la lógica de una economía de mercado en proceso de globalización.
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