La idea de escrbir esta entrada tiende a responder lo diversos correos que me llegan, algunos criticando , otros sugiriendo no mostrar tanta barbarie en la pagina. Puede ser que uno no haya sabido expresar en su contenido que el objetivo apunta a reflejar lo que toda una sociedad padece, de la que algunos enmudecen, otros reclaman y otros denuncian.
Este sitio se suma y se adhiere a los blog y a los periodistas independientes del país, unidos en la red anticorrupción ante delitos que imperan en nuestra sociedad. Un pagina exclusivamente dedicada a la política gremial. Es verdad que mostramos sangre y muerte, pero es la sangre derramada en estos últimos tiempos producto del ensañamiento de muchos dirigentes que llegan hasta matar con tal de mantener el poder absoluto y seguir relizando sus fechorias corruptivas con total impunidad.
Este artículo que van a leer tiene la premisa de reflejar lo experimentado por un grupo de trabajadores de suma honestidad e intachable conducta, tanto en la vida personal como en la laboral, todos provenientes de las empresas mas importantes de la ciudad de rosario que decidió, de forma independiente, participar activamente en el campo gremial a partir de las elecciones de marzo 2004 con el objetivo de terminar con la inacción, la traición, la entrega de los derechos y por sobre todo, con los hechos de corrupción que imperan en el sindicato del seguro.
A partir de saberse nuestro cometido, fuimos victimas de atropellos, discriminaciones, fraudes, persecuciones, despidos, de dirigentes estafadores, de alguna complicidad empresarial, del ministerio de trabajo, de una justicia que no hizo justicia, del apoyo incondicional del gobierno de turno, de muchos afiliados indiferentes y como moneda corriente: la impunidad a la orden del día, etc., etc.
El desafío de encarar la corrupción
Roberto Sansón Mizrahi
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Un abogado que engaña a su cliente cobrando un sobreprecio de aquellos a quienes está demandando. Un funcionario que exige una coima para volcar el resultado de una licitación pública a favor de una empresa. Un juez o fiscal venal que se aparta de la justicia para favorecer a una de las partes a cambio del pago de un soborno. Un empresario que compra la voluntad de un inspector de impuestos o de un funcionario municipal para evadir el cumplimiento de sus obligaciones. Un dirigente gremial que desvía para su provecho personal contribuciones de los miembros de su sindicato. Un policía que pide un pago para no hacer cumplir la ley. Un dirigente deportivo que se apropia de recursos que pertenecen a su club. Un administrador que utiliza para su provecho los activos que le fueron entregados en administración. Un contratista que engaña de muy diversas maneras a quienes contrataron sus servicios. Un médico o un odontólogo que ordena intervenciones innecesarias para lucrar con ellas. Un político que trafica influencias para su propio provecho o el de su partido ... son algunos de los múltiples casos de corrupción que golpean fuertemente en nuestros países. A esto se agregan delitos de mucha mayor envergadura que conforman gravísimas formas de corrupción como son, entre otros, el crimen organizado, el narcotráfico, el lavado de dinero, la venta ilegal de armas, el contrabando, el comercio de órganos, el juego ilegal y la explotación sexual de personas.
El desastroso impacto de la corrupción
Uno de los más graves efectos de la existencia de la corrupción es que enerva el normal funcionamiento social y económico de un país o localidad. A través de la corrupción personas o grupos influencian decisiones y se apropian de recursos que no les pertenecen en detrimento de otros a quienes por justicia les correspondería recibirlos. El cohecho, la coima, los “peajes”, se hacen parte de la forma de funcionar de la sociedad y tiñen la conducta y la ética de muchos de sus miembros. La convivencia social se resiente porque es desorientador ver que a nuestro alrededor el trabajo y los procedimientos honestos no son apreciados y compensados con justicia mientras que, en cambio, el deshonesto, el corrupto, es premiado con una posición social que no surge de su esfuerzo. Esto se hace doblemente desmoralizador cuando los que cometieron actos de corrupción adquieren influencia y pretenden no ser corruptos ocultando el orígen de su patrimonio o predicando con hipocresía una moral que no practican.
La moral ciudadana queda gravemente afectada cuando la deshonestidad se expande con impunidad y se multiplican los atajos ilegales para conseguir activos, prebendas y beneficios. Puede incluso ocurrir que quien no se adapte a esas pautas de corrupción termine no logrando operar en el medio donde se desenvuelve y deba abandonar su intento o, si lograse mantenerse, deba hacerlo en muy azarosas condiciones.
Para colmo con el paso del tiempo los corruptos acumulan capital e influencias. Con el producto de la corrupción pueden financiar campañas políticas, pagar más sobornos, desplazar competidores honestos, mover sus contactos y cómplices para seguir acumulando aún más recursos ilegales que les posibiliten reproducir ampliadamente sus prebendas, ventajas y privilegios.
De este modo la corrupción incide en la dinámica social y económica, enervando el sistema de decisiones e introduciendo pautas de conducta que alteran la convivencia social y consagran fragrantes injusticias y privilegios. Lo más grave es que, como en cualquier proceso de acumulación, cuanto más la corrupción se perpetúa en el tiempo se torna más endémica y resulta más dificil de erradicar.
Los múltiples orígenes de la corrupción
Hay quienes afirman que todo ser humano porta consigo la posibilidad de ser corrupto y que el tipo de ambiente social en que se desarrolla es el factor que posibilita, facilita o estimula que esa potencialidad pueda materializarse. Otros hacen notar que aún en un ambiente social deplorable son muchas las personas que no se deslizan hacia la corrupción marcando así que habría personalidades proclives a ser corruptas y otras que no lo son. En todo caso, está claro que existen diversas conductas y reacciones individuales en relación a la corrupción y que ciertos factores del contexto social facilitan su aparición y posibilitan su reproducción mientras que otro tipo de entorno reduce el espacio o el oxígeno para que la corrupción prevalezca. Con lo cual no hacemos sino aceptar que existen circunstancias tanto individuales como sociales que posibilitan y explican la existencia de la corrupción: personalidades que pudieran ser proclives a la corrupción igual necesitan de suelo fertil para poder desarrollarse.
Las condiciones que favorecen la corrupción incluyen una larga lista de variables que pueden agruparse en (i) la falta de una acción y control social serio para prevenirla y, (ii) cuando ya la corrupción se hizo presente, que no exista la determinación y la fuerza necesaria para erradicarla.
En lo que hace a la prevención –siempre preferible a tener luego que combatirla abiertamente- hay mucho por hacer tanto en materia educativa como en procurar reducir al máximo las oportunidades para que la corrupción pueda presentarse.
En lo que hace a combatir la corrupción para procurar contenerla o erradicarla el esfuerzo es mucho más arduo y los resultados inciertos. Es que en la medida que la corrupción se instala firmemente en un ámbito adquiere mecanismos de protección y defensa que le permite ofrecer resistencia a los esfuerzos que buscan eliminarla.
Enfrentando la corrupción
Lo primero y quizás lo más importante para señalar es que la inmensa mayoría de las personas y de las organizaciones no son estructuralmente corruptas. Pueden haber, y de hecho existen, actos o conductas corruptas que se multiplican cuando no hubiere control social para demandar el respeto a la ley y una ética de honestidad y transparencia. Pero partimos de la noción que la corrupción favorece a unos pocos y no a todos por lo que siempre habrá fuerzas sociales interesadas en ponerle un freno a la corrupción. Lo que queda por ver es si la motivación, la determinación y el coraje necesarios para enfrentar la corrupción estarán siempre presentes.
Un punto crucial es trabajar sobre la ética popular. Esto es, sobre los valores personales y sociales para que cada quien sepa y quiera condenar la corrupción, demande su eliminación y actúe en todo lo que estuviese a su alcance para combatirla. Es una condición necesaria, aunque obviamente no suficiente, para cerrarle el paso, reducir la frecuencia y gravedad de los hechos de corrupción y quitarle oxígeno a sus mecanismos de reproducción.. Se trata de educar y concientizar a cada quien sobre los efectos perversos que la corrupción entraña para el sistema social y nuestro propio bienestar familiar. Es un proceso activo y sistemático para desenmascarar a la corrupción y transformar actitudes permisivas que toleran por ignorancia o negligencia los hechos de corrupción. Como si la pequeña coima que damos para evadir alguna responsabilidad o agilizar un trámite no fuese, multiplicada en muchísimos actos semejantes, uno de los basamentos que sostienen la corrupción. O cuando acudimos a lugares que nos proveen de bienes o repuestos que sabemos que provienen del robo o el contrabando. O cuando frente a un dirigente gremial, un político, un profesional, un funcionario, o un empresario corrupto, en lugar de visualizarlos como responsables de buena parte de nuestras desventuras alabásemos su astucia, su picardía, su habilidad para realizar el acto de corrupción, en lugar de rechazarlo socialmente como alguien que ha lucrado a expensas de nuestra propia salud o bienestar. Sin ese arduo trabajo sobre la ética popular será mucho más cuesta arriba el esfuerzo para cerrarles caminos a los corruptos.
Hay quienes creen que no es posible aniquilar la corrupción sino que tan sólo se la puede contener y, en ciertas coyunturas, hacerla retroceder a niveles donde sus efectos más desestabilizadores no puedan afectar gravemente el funcionamiento social. Algo semejante a lo que sucede con las enfermedades crónicas que no llegan a eliminarse pero que, eventualmente, son contenidas por debajo de las lineas del dolor agudo o displacer. En parte la experiencia histórica avala esta noción pero no necesariamente en el sentido que la corrupción no puede ser eliminada sino, más bien, que es necesario estar permanentemente alerta porque a la menor oportunidad esas bacterias sociales eclosionan una y otra vez afectando el funcionamiento del cuerpo social.
Existen múltiples mecanismos para cerrarle el paso a la corrupción y procurar hacer más transparentes los procesos licitatorios y la asignación de recursos públicos, sean estos asignaciones para determinados sectores de actividad o subsidios para los segmentos poblacionales más necesitados. Mientras estoy redactando este párrafo me entero del lanzamiento del llamado Sistema de Ejecución de Planes de Adquisiciones (SEPA) que brinda acceso a información básica sobre todos los contratos de obras, bienes y servicios a través de los cuales se implementan los proyectos financiados por el Banco Mundial en Argentina. Con esto se provee un instrumento para monitorear los procesos de adquisiciones que puede ser más o menos efectivo según quiénes y cómo lo utilicen. Con lo que se explicita que en materia de corrupción, como en muchos otros campos, el disponer de herramental apropiado es esencial pero no suficiente. Sin caer en el dicho “hecha la ley hecha la trampa”, de lo que realmente se trata en la lucha contra la corrupción es de alinear intereses contrarios a ella, movilizar voluntades, fortalecer la determinación y organizarse lo más metódica e integralmente que se pueda. No serán medidas o impulsos aislados los que lograrán doblegar la corrupción, aunque cada esfuerzo aporta lo suyo.
Encarar la corrupción no es algo sencillo. Son múltiples los obstáculos y los riesgos. Como varias otras luchas que comprometen el destino de la sociedad en su conjunto, la eliminación de la corrupción necesita ser encarada como política de Estado. Los partidos políticos deben ser llamados a incluirla en sus agendas pero, para ser creíbles y consecuentes, les toca también erradicar aspectos corruptos de su propio funcionamiento. Es que el financiamiento de la política suele navegar por aguas muy turbias y sin limpiar la propia casa será dificil poder organizar y sostener una cruzada para establecer como política de Estado la eliminación de la corrupción. Viene casi sin decir que un factor crítico anida en quienes lideran no sólo los partidos, sino también empresas, gobiernos, reparticiones públicas, organizaciones de desarrollo, sindicatos, escuelas, universidades, medios de comunicación y religiones organizadas. La calidad de nuestro liderazgo se mide en gran medida por su actitud frente a la corrupción.
Es cierto, no es sencillo enfrentar la corrupción. Como no es sencillo eliminar la pobreza, impartir justicia con ecuanimidad, movilizar plenamente nuestra propia capacidad de realización, vivir en paz con otros países y aún con nuestros propios vecinos. Pero son desafíos que no podríamos dejar de enfrentar; porque hacen a nuestro futuro como nación, al bienestar y a la seguridad de todos y de cada uno de nosotros. Ese “nosotros” que a veces aparece desdibujado o diluido en peleas intestinas pero que en las ocasiones donde se pone en juego el destino colectivo adquiere, por necesidad y elección, mucha mayor significación y urgencia.
Este artículo puede ser reproducido total o parcialmente, siempre que se cite al autor y se indique que fue publicado en Opinión Sur.
La convivencia social se resiente porque es desorientador ver que a nuestro alrededor el trabajo y los procedimientos honestos no son apreciados y compensados con justicia mientras que, en cambio, el deshonesto, el corrupto, es premiado con una posición social que no surge de su esfuerzo. Esto se hace doblemente desmoralizador cuando los que cometieron actos de corrupción adquieren influencia y pretenden no ser corruptos ocultando el orígen de su patrimonio o predicando con hipocresía una moral que no practican. ¿Nadie sabe o se da cuenta de que esta situación es la que no deja crecer a nuestro país? ¿Hasta cuando nuestra sociedad puede ser cómplice también de semejante corrupción? ¿Los mayores, que clase de país les estamos dejando a nuestro hijos, a nuestros nietos?
¿Cuál es el impacto de esta inmensa oleada de corrupción? ¿Porqué se produce? ¿Cómo se la enfrenta?
- Ocupa un lugar preminente el trabajo para moldear apropiadamente el proceso de socialización de los individuos especialmente durante su niñez y adolescencia. Este es un trabajo permanente que se da en el seno familiar pero también en los nódulos sociales donde se adoptan o transforman valores y actitudes, sean estos los centros religiosos, las escuelas, los clubes y, muy especialmente, los grupos de referencia y pertenencia que irradian con su ejemplo patrones de conducta y la demarcación de lo que es considerado aceptable o reprobable. El esfuerzo por influir valores y conductas en niños y jóvenes es permanente y no una prédica de una vez y para siempre. De ahí la importancia de contar con espacios de contención y con referentes creíbles para las personalidades que están fraguando. Buenos programas para la juventud son esenciales pero lo crítico es que existan familias, comunidades educativas y referentes juveniles absoluta y genuinamente comprometidos con esa misión esencial cual es la de ayudar a formar la moral de las nuevas generaciones. Lo que hoy no se invierta en una buena formación de la juventud se pagará más tarde multiplicadamente.
- Otro aspecto de la prevención hace a la adopción de resguardos en el funcionamiento social y económico que impidan o inhiban que la corrupción se origine y reproduzca. Esto incluye una infinidad de decisiones en practicamente todos los ámbitos y frentes de actividad. Es que el riesgo de corrupción está tan extendido que no existe rincón social o ecónomico que pueda ignorarlo. Desde hacer transparentes los procesos de licitación pública hasta ejercer un control cruzado sobre las compras del sector privado; desde adoptar políticas tributarias justas hasta instaurar un poder de policia para hacer cumplir esas leyes de modo de generar un efecto disuasivo para eventuales evasores; desde eliminar inconsistencias procesales que permiten a los corruptos evadir regulaciones hasta la adopción de prácticas efectivas y regulares de auditorías que desalienten actos de corrupción.
- Una tercera y fundamental vertiente de prevención de la corrupción pasa por cómo el conjunto social valora a quienes realizan actos de corrupción. Si la ética social es permisiva y tolera o condona a los corruptos, si la filosofía popular transforma al corrupto en tan sólo un astuto transgresor, uno de los principales factores de disuasión habrá colapsado. Porque si un corrupto lograse evadir su responsabilidad y gozara de estima o aceptación social, habría logrado inmunidad social y, por tanto, carta blanca para seguir realizando actos de corrupción y, lo más grave, para que otros procurasen imitarlo o emularlo.
- Una cuarta dimensión en la prevención de la corrupción es de tipo estructural en el sentido que debieran existir legítimas oportunidades para el ascenso o progreso social. Esto es, si los canales legales de realización personal o grupal estuviesen permanentemente bloqueados la tentación de acudir a mecanismos ilegítimos se acrecentaría. Situaciones de ese tipo no justifican la corrupción pero explican la aparición de mayor frecuencia de casos, muchas veces acompañados de violencia abierta.
- Por un lado, el producto de la corrupción le permite al corrupto comprar voluntades de modo de poder seguir reproduciéndose con lo que no sólo logran sus propósitos sino tiende a extender el ámbito y los involucrados en la corrupción, como una mancha de aceite que va buscando cada vez nuevos y muy diversos cauces. Tomemos como ejemplo uno de los casos como es el contrabando. Participan de la corrupción no sólo los contrabandistas sino quienes controlan las aduanas o las fronteras; pero no sólo esos servidores públicos sino también la red de comerciantes que canalizan hacia el mercado interno los bienes entrados ilegalmente. Lo cual también involucra a ciertos inspectores de impuestos y reguladores municipales sin cuya complicidad las ventas de esos bienes ilegales no podría materializarse. En esa red de intereses pueden eventualmente participar muchos otros actores, desde los camioneros que transportan contrabando hasta algunos cuadros políticos, jueces y policias que les aseguran protección a cambio de ciertos pagos. Esta red de influencias puede eventualmente llegar hasta los medios de comunicación social donde algunos periodistas y productores pueden ser sobornados para intentar tapar o desviar la información y aún atacar a aquellos valientes que están dando la batalla contra la corrupción.
- Al mismo tiempo, a medida que la corrupción se fortalece se van dando situaciones cada vez más graves porque los corruptos van perfeccionando sus modus operandi mientras que los que los enfrentan suelen ser funcionarios que cumplen con su deber por un cierto período y luego tienden a ser rotados por desgaste, por influencia de los corruptos o por la normal dinámica de alternancia que las democracias practican. Además, cuando se acumulan tamaños capitales financieros y organizativos en manos de la corrupción, la propia lógica y dinámica de la acumulación fuerza a seguir creciendo y fortaleciéndose para no sucumbir ante rivales o reguladores. A veces esa acumulación se da al interior del sector donde se originó la corrupción pero muchas otras veces se vuelca a nuevos sectores, dando pie al lavado de dinero que compromete a entidades del sistema financiero y a alianzas cada vez más agresivas con viejos o nuevos núcleos de corrupción originando verdaderas mafias y sistemas delicuenciales agravados.
- En algunos casos de gobiernos autoritarios todo el poder del aparato del Estado hace parte y puede hasta liderar procesos de corrupción, sea para enriquecer a sus líderes o sea para financiar al ejército de seguidores que aseguran el sostenimiento y reproducción del sistema autoritario. En otros casos grupos armados opositores a los gobiernos constituídos se asocian o directamente dirigen actividades ilícitas como el narcotráfico y los secuestros extorsivos.
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