Montoya y sus colaboradores |
La única verdad
“Montoya no pasó la prueba de la fidelidad. Así que se tenía que ir”, confiesa una fuente del kirchnerismo.
Santiago Montoya reconoce que nunca recibió ningún llamado concreto para sumarse a las listas testimoniales. Sin embargo, al ver que su nombre comenzaba a agitarse en los mentideros políticos y a reflejarse en los medios, tomó la decisión, a modo de prevención, de fijar su posición personal para no exponerse a ningún tipo de presión o especulación. Lo hizo a través de un documento personal.
En ese documento, además, señaló que el Gobierno “había perdido la capacidad de escuchar a la gente”. La consecuencia de esto fue letal. Así fue pues que, en la tarde de ayer, Montoya recibió la comunicación informándole que Daniel Scioli había tomado la decisión de echarlo.
La forzada renuncia de Santiago Montoya a su cargo de titular de la Agencia Recaudación provincia de Buenos Aires (ARBA) es un duro golpe al corazón de la administración de Scioli, quien no tuvo una buena semana entre este hecho y el asesinato brutal de Daniel Capristo que indignó a los vecinos de Lanús.
En su nota de renuncia, Montoya deja expresado claramente que fue obligado a dimitir aun cuando no había reproche en relación con la eficacia de su trabajo y, en una alusión directa al meneado asunto de la gobernabilidad con el que se quiere justificar lo disparatado de las candidaturas testimoniales, expresa que era esa eficacia, y no una candidatura testimonial, su aporte a la gobernabilidad.
El hecho de que el reemplazante de Montoya sea quien hasta ayer era ministro de Economía, de la provincia, Rafael Peremilter, da una clara idea del peso político del cargo que ocupaba el funcionario renunciado.
Desde el mismísimo momento de conocerse su renuncia, el teléfono de Montoya no para de sonar.
Ha tenido llamados de dirigentes de todo el arco político y hasta de empresarios que fueron víctimas de su accionar implacable y muchas veces controvertido. Uno de esos llamados fue el de José “Pepe” Scioli, hermano del gobernador de la provincia de Buenos Aires, quien se deshizo en elogios hacia el ex titular de ARBA. También han habido ofertas para que Montoya integre distintas listas de candidato a diputado; las rechazó a todas. Su decisión es la de no aceptar ninguna postulación. “Hay que manejar los tiempos con prudencia. Además, a él le gustan más los cargos ejecutivos” confiesa alguien de su cercanía.
La decisión de Scioli es una muestra más de su actitud de extrema sumisión al kirchnerismo. Sumisión extrema que puede demandarle aún más.
En la semana que pasó las encuestas que le llegaron a Néstor Kirchner le mostraron un mejor posicionamiento del gobernador con respecto a él. Por lo tanto, el ex presidente en funciones podría decidir bajarse de su anunciada candidatura y forzarlo a Scioli a encabezar la lista de candidatos a diputados bonaerenses del Frente para la Victoria.
El mundillo electoral, sacudido por lo de Montoya, registra también otras alternativas y disputas.
“No es un matrimonio feliz” expresan mutuamente fuentes cercanas a Solá y a Macri, en medio de la enorme tensión que sigue vigente respecto del armado de las listas a diputados en la provincia de Buenos Aires. “Si va Michetti en la Capital no podemos ir en la provincia con los impresentables de siempre” se quejan en el macrismo. “Sin esos impresentables, no tenemos control de los comicios en esas zonas clave del conurbano y nos roban la elección” es el retruécano de quienes conocen el PJ bonaerense.
A propósito, la situación de Michetti es delicada. En un reportaje habló del mal momento que está pasando. Sin embargo, en una carta a sus partidarios que reprodujeron varios medios expresó que prefería postergar sus principios vinculados con la institucionalidad en pos del crecimiento de su partido. Para la nueva política, tantas veces declamada por el PRO, esta claudicación a los principios la coloca a Michetti en la categoría “más de lo misma vieja política en la que se dice una cosa y se hace otra exactamente opuesta”.
La inseguridad nuestra de cada día
Claro que la semana tuvo muchas más cosas. La inseguridad mostró, una vez más, su rostro más cruel: el de la muerte. Daniel Capristo, un conductor de camones, fue la víctima. Su asesinato, a manos de un chico de 14 años que aparentemente estaba bajo los efectos de la droga y portando un arma potente, indignó y conmovió a todo Lanús.
Producto de esto fue la violenta reacción del vecindario contra el fiscal Dr. Enrique Lazzari- hecho reprochable e inaceptable- y la movilización del jueves por la noche.
Curiosamente, en el mismo momento de la manifestación vecinal, el gobernador Scioli participaba de un acto proselitista en San Miguel. Allí el Dr. Néstor Kirchner pronunció un discurso en el que, como lo hace habitualmente cada vez que hay una situación de fuerte reclamo popular hacia su gobierno y sus aliados provinciales, buscó adjudicar a otros las responsabilidades por tales males.
En este caso, la arremetida del ex presidente en funciones fue, una vez más, contra los jueces, a quienes acusó de haber dejado libre a quien perpetró este homicidio.
Sin embargo, y marcando nuevamente la contradicción de gran parte del discurso kirchenrista, el Gobierno se apresuró a enviar al Congreso un proyecto de ley para penalizar el delito juvenil a partir de los 14 años. ¿Dónde está la verdad, entonces?. ¿El problema son los jueces o la falta de una legislación que encuadre el tema adecuadamente?.
Algo similar a esto había hecho el Dr. Kirchner cuando, en 2004, ante el masivo apoyo que tuvo el reclamo de Juan Carlos Blumberg, forzó a sus legisladores para que apuraran la sanción de las leyes que pedía el pseudo ingeniero que, como es notorio, tampoco fueron solución.
Lo lamentable de todo esto es que, con este abordaje espasmódico de este complejísimo problema, las reales soluciones nunca llegarán. Si no hay un trabajo conjunto, a través del cual se enfoque este asunto con el criterio de política de Estado, nada se logrará.
El menor acusado por el asesinato de Daniel Capristo vive en la villa Zabaleta y tiene antecedentes penales. No asiste al colegio. La verdad es que además, en las inmediaciones de la villa, no hay suficientes vacantes para albergar a todos los chicos en edad escolar primaria y secundaria que viven allí.
El paco corre por las callejuelas del asentamiento destruyendo las mentes de muchos de esos jóvenes y acabando con su presente y con su futuro.
El arma que llevaba el menor es de envergadura. ¿Quién se la proveyó?
El menor estaba intentando robar el auto de Daniel Capristo. Tuvo cómplices. ¿Quién sería el destinatario de ese vehículo?.
Las respuestas a estos interrogantes encierran toda la dimensión del submundo del delito organizado, interesado en promover la existencia de muchos chicos como el que mató a Daniel Capristo. “Detrás del menor ahora detenido está el submundo de las estructuras corruptas de la policía que dan carta blanca para que actúen estos chicos sacados por la droga” reconocen fuentes judiciales abocadas al tema.
Conceptos similares son expresados, a modo de denuncia, tanto por el diputado Claudio Lozano como por el titular de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, Marcelo Sain, quien supo estar a cargo de la Secretaría de Seguridad de la provincia de Buenos Aires.
El tema de los desarmaderos es otro al cual habría que volver a prestarle una atención prioritaria. Después del furor de hace unos años, nada similar se ha vuelto a hacer para controlar adecuadamente esto.
¿Dónde lo ponemos al menor? ¿Cuándo van a aparecer los recursos que se requieren para atender el difícil y largo tratamiento de rehabilitación que demandan los casos de chicos afectados por la adicción al paco y desprovistos, además, de una familia que los contenga?
Estas son algunas de las preguntas que se hacen muchos jueces de menores que con gran responsabilidad y enorme impotencia deben enfrentar esta realidad.
Estos son reclamos que vienen desde hace muchos años y de los que los Kirchner parecen preocuparse recién ahora.
El dengue ha llegado para quedarse
Esa fue la impactante frase de la ministra de Salud, Graciela Ocaña, en su presentación ante el Senado. Ante esta expresión de sensatez, parecía igualmente sensato que el Congreso aprobara una ley declarando la emergencia sanitaria nacional. Hubo acuerdo, tanto entre los senadores del oficialismo como de la oposición, cuando trabajaron un proyecto conjunto con la idea de que saliera votado por unanimidad. Esto hablaba también de una saludable determinación de sacar al asunto de cualquier tipo de disputa partidaria y electoralista. Daba pie, a su vez, a la posibilidad de enfocar la problemática del dengue como una cuestión de Estado y de encarar el desarrollo de un trabajo coordinado a lo alargo y a lo ancho del país en la prevención, que es el instrumento fundamental para combatir esta enfermedad para la que no hay, hasta el día de hoy, ni vacuna ni tratamiento específico.
Todo marchaba viento en popa hasta que llegó la hora de la votación. Allí, entonces, en forma sorpresiva, el titular del bloque oficialista, senador Miguel Angel Pichetto, presentó la moción para postergar la votación. Las razones argüidas fueron inverosímiles. “¿Qué iba a decir? Pichetto no podía revelar que había recibido un llamado desde Olivos por el que se le ordenaba parar todo. Si hubiera dicho la verdad se tenía que ir. Ya es sabido que los Kirchner viven obsesionados con las tapas de los diarios del día siguiente y, por lo tanto, estaban espantados con que esas tapas hablaran de la emergencia nacional por el dengue”, coinciden fuentes del oficialismo.
En medio de tanto desatino, el ex presidente en funciones agregó uno más. Fue en el acto de campaña de San Miguel en la noche del jueves que pasó. Allí criticó a quienes expresan que el dengue surge de la pobreza.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud expresa claramente que en aquellos lugares en los cuales reina la pobreza y en los que no hay agua corriente, en los que la gente tiene que acumular agua en recipientes que quedan al aire libre, en los basurales en los que abundan cacharros y neumáticos, las condiciones para la proliferación del mosquito son muchísimo más favorables que las que objetivamente hay en aquellas zonas en las que, además de servicios adecuados, la gente tiene el dinero para comprar repelentes que hoy en día cotizan por las nubes. La distribución de los casos que vienen produciéndose en nuestro país refleja casi matemáticamente esta realidad.
Lo que muestra la epidemia de dengue que sufre nuestro país es lo poco que se ha hecho para trabajar en su prevención. Y esta es una responsabilidad política que le cabe al Gobierno nacional al igual que a los distintos gobiernos provinciales. Esto es lo que Néstor Kirchner no quiere reconocer. Es, al fin y al cabo, la realidad que, como siempre, es la única verdad.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
Diario Perfil
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