Las elecciones de la CTA y el caso de Paraná Metal

En 1921, los marineros de Kronstadt, una base naval rusa cercana a Petrogrado, se amotinaron en adhesión a los huelguistas de esa ciudad o que reclamaban cambios en la política de economía de guerra soviética. Fueron ferozmente reprimidos por los bolcheviques, acusándolos de ser agentes o funcionales del ejército blanco, que buscaba la restauración zarista. No cambió la represión el hecho de que aquellos marinos hubieran sido partícipes y hasta símbolos de la revolución de 1917. Con sus cambios, el régimen comunista se mantuvo en Rusia por muchas décadas pero nunca logró recuperarse del todo de la crisis de identidad provocada por el hecho de que la vanguardia del proletariado apuntara las armas contra los suyos.

Esta referencia es puramente simbólica. La Argentina actual no es la de la revolución rusa. Tampoco, es muy importante remarcarlo, existe un clima represivo hacia el movimiento obrero o social. Por el contrario hay un momento que expresa claramente un fuerte corrimiento del eje de la discusión política y económica respecto de la década anterior. Un modelo de acumulación que garantiza ganancias a la burguesía pero al mismo tiempo incorpora a los trabajadores en la mesa de discusión. La característica diferencial de este ciclo, sobre todo en relación a la convertibilidad, es que el empleo es el centro de este universo de relaciones política y económica.

Esta centralidad del empleo tiene consecuencias en múltiples dimensiones. La más evidente, el renacer de la gimnasia político-sindical, tanto en materia de puja distributiva entre empresarios y obreros como en las tensiones políticas, de representación y organizativas dentro del movimiento social y gremial. Y, en este sentido, en su relación con la política.

Que la elección de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) se haya convertido en el acontecimiento político de los últimos tiempos, movilizando a importante fuerzas políticas a involucrarse en el tema, es un signo de la época. Las chicanas cargadas de irracionales identificaciones de un lado del otro (como las que asocian al kirchnerismo y al menemismo, o a sectores sindicales con la mesa de enlace agropecuaria), sirven para la lucha en el barro.

Pero lo real es que en este proceso eleccionario inédito tanto en su génesis como en su efecto político, la derecha no juega. Es una intensa puja de representación en un espacio económico, social, político y electoral "progresista" que se despliega en una cercanía al poder como pocas veces en la historia argentina. Es el resultado de una construcción compartida. Un gobierno nacional que tomó decisiones inéditas, en tensión y diálogo con fuerzas de la centroizquierda que aportaron apoyos, contradicciones y programas.

Al cierre de esta edición, los resultados nacionales todavía eran discutidos por los candidatos. Pero la composición regional del voto dibujaba, con sus más y sus menos, un mapa complejo. Tanto como para abonar la hipótesis de que existe una inteligencia colectiva que no se deja encorsetar en las consignas de la política binaria.

Surgida como resistencia a lo peor del menemismo, novedosa en su conformación, minoritaria pero influyente en el mundo de las organizaciones gremiales y sociales, la CTA es una de las construcciones más interesantes del espacio progresista. No cabe en la simple lógica del kirchnerismo-antikirchnerismo.

La elección del jueves puede fortalecer esta construcción, si las listas en pugna no ceden a la tentación de la ruptura y no toman el resultado como un pasaporte al unicato. En el proceso electoral se discutió duro y en toda la línea..

Pero el corazón del asunto no se define por el conflicto del campo o la posición frente al gobierno. Sí por conflictos como los de Paraná Metal, donde los obreros de un bastión de esa central, pujan por mantener su empleo, núcleo duro de este modelo. La pelea es compleja por su historia y los actores que están involucrados. Su resolución también lo será. Pero lo que es indiscutible es que la resistencia de los trabajadores fue la condición necesaria para transformar un ajuste sin cortapisas en materia discutible.

Culparlos de su situación por malas opciones políticas, celebrando su desgaste, es una estrategia criminal hacia la identidad del progresismo. El recuerdo de los marineros de Kronstadt es exagerado y fuera de contexto. Tanto como señalar a los obreros que pelean por defender su trabajo como funcionales a la derecha.
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