El 20 de diciembre de 2001, De la Rúa renunciaba a su cargo después de 740 días de haber asumido. Dejaba tras de si 38 muertos, centenares de heridos, y un estallido social determinante para los años posteriores.
Fue una crónica de una caída anunciada. Como episodios de un destino inevitable, el gobierno de Fernando de la Rúa se fue desintegrando rápidamente, casi desde el mismo momento de su asunción, el 10 de diciembre de 1999.
Había llegado para cerrar una década cuya principal característica había sido la corrupción del poder, y la privatización de todos los bienes del Estado. Los buenos tiempos de los dólares frescos habían pasado, y ya desde 1997 el país estaba en una recesión que no cedería durante todo el gobierno de la Alianza.
Por si fuera poco, y pese a lo que aconsejaban algunos economistas por fuera del stablishment, De la Rúa nunca manejó la posibilidad de una salida ordenada de la convertibilidad, lo que tal vez le hubiera dado cierto aire financiero para navegar en aguas turbulentas.
Tal vez los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 comenzaron casi un mes antes, cuando el por entonces superministro de Economía elaboró lo que popularmente se conoció como "corralito", los límites para el retiro de fondos de los bancos.
El malestar social fue creciendo con el correr de los días, y los primeros cacerolazos comenzaron a sonar en distintos puntos del país.
El 13 de diciembre se produjeron los primeros saqueos a supermercados en el interior del país, fundamentalmente en provincias como la de Entre Ríos y Santa Fe.
La situación económica se conjugaba con la pérdida de poder político de la Alianza, que había comenzado con la renuncia del vicepresidente Carlos "Chacho" Álvarez un año antes, y se había profundizado con las elecciones legislativas de octubre, en el que se impuso el voto en blanco, pero que en los hechos ganó el justicialismo.
Con el recambio legislativo, el Senado colocó virtualmente a un vicepresidente peronista, ya que Ramón Puerta fue elegido presidente de la Cámara, con lo que el círculo de poder se cerraba cada vez más sobre la figura del Presidente.
El miércoles 19 los saqueos que habían comenzado en el interior se expandieron por el conurbano bonaerense. Las cámaras de televisión mostraban imágenes de violencia que tenían su antecedente directo en los saqueos de mayo de 1989, que habían provocado la entrega anticipada del gobierno de Raúl Alfonsín.
Ante esa situación, y empujado por el entonces ministro del Interior, Ramón Mestre, De la Rúa decretó el estado de sitio en todo el territorio nacional, lo que agravó el nivel de enfrentamiento. Multitudinarias manifestaciones se produjeron hacia la Plaza de Mayo y a las principales plazas del país, y el "que se vayan todos" empezó a expandirse como un himno popular.
El primero en caer fue Domingo Cavallo, quien meses antes había llegado al gobierno con un nivel de aceptación popular del 70%. El final del Gobierno era cuestión de horas.
La jornada del 20 de diciembre fue frenética. Los rumores sobre la renuncia del Presidente se mezclaban con las batallas que se libraban en las calles de todo el país, entre las fuerzas de seguridad y las masas que no estaban dispuestas a dar ni un paso atrás.
Mientras en la Casa Rosada De la Rúa mantenía intensas reuniones con la "mesa chica" del poder, en San Luis gobernadores y dirigentes del peronismo participaban de la inauguración de un aeropuerto.
Horas antes, el propio De la Rúa había intentado conseguir elapoyo de todos los sectores políticos para fortalecer el Gobierno. Pero tanto desde el justicialismo como de la propia UCR se lo negaron. La sentencia ya había sido dictada.
A las 17:45 de aquel jueves 20 de diciembre tomó la decisión: no había vuelta atrás para su Gobierno. Fernando de la Rúa se sentó frente a una computadora para redactar la renuncia, pero le aconsejaron que lo mejor fuera hacerlo de puño y letra.
Pasadas las 19, la secretaria del ya a esa altura ex Presidente, Ana Cernusco, repartió el texto de la renuncia entre los periodistas acreditados en la Casa Rosada. El silencio de adentro contrastaba con la violencia de afuera.
En San Luis, Adolfo Rodríguez Saá le leyó el texto a Ramón Puerta, que iba hacia allí en una avioneta particular. Puerta llamó primero a Enrique Coti Nosiglia, para intercambiar algunas opiniones; y después a Duhalde, que se dirigía hacia el mismo sitio en otro avión, compartido con Ruckauf.
A las 19:52, el Presidente que ya había dejado de serlo subió a un helicóptero y dejó definitivamente el poder. Lo acompañaba su edecán, Gustavo Giacosa. Lo saludaban con la mano el canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, y el ministro de Turismo, Hernán Lombardi.
Fueron 740 días en el Gobierno, mucho menos en el poder. Se iba Fernando dela Rúa cargando con el karma del radicalismo de no poder completar un período de gobierno desde 1928, y dejando tras de sí 38 muertos, más de 500 heridos, y una cicatriz en la historia argentina que aún hoy no ha terminado de cerrar.
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