"Aunque no me torturaron, estar detenido era una forma de tortura"

Roberto Coppolecchia, apresado en julio de 1976, pasó un mes en la U9 y en "La Escuelita". Responsabilizó de su detención al coronel Néstor Castelli, jefe de Gendarmería de Bariloche.

Con los testimonios de ayer se cerró la primera etapa del juicio que entró en receso y retomará las audiencias el lunes 6 de agosto. Neuquén > El dirigente gremial del Sindicato del Seguro Roberto Mario Coppolecchia, detenido el 21 de julio de 1976 por fuerzas de seguridad en Bariloche y encerrado luego en una celda de la U9, declaró ayer en el juicio oral contra 23 represores acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos en la región durante la última dictadura militar.

En el momento de su detención, Coppolecchia tenía 33 años y administraba el Hotel Argentina Libre del gremio en Bariloche. La víctima presume haber permanecido atado a un camastro durante varios días en el centro clandestino de detención "La Escuelita", que funcionaba al fondo del Batallón de Ingenieros de Montaña. Coppolecchia responsabilizó de su privación ilegítima de la libertad al coronel Néstor Rubén Castelli, a quien también denunció de haberlo perseguido en sus responsabilidades laborales, poco tiempo después de producido el golpe de Estado.

En aquel entonces Castelli era Jefe de Gendarmería de Bariloche. En su declaración, afirmó que fue detenido por dos efectivos de la Policía provincial y por otros dos de Gendarmería Nacional, y que de su casa se llevaron algunos libros, fotografías familiares y biblioratos. Aseguró haber sido llevado en un vehículo hasta una Comisaría de la ciudad rionegrina, donde estuvo diez días y que después fue sacado del lugar en una camioneta del Ejército y en un vuelo de la empresa LADE (Líneas Aéreas del Estado) fue movilizado directamente hasta el edificio ubicado en la calle Entre Ríos y Ministro González, donde funcionaba la unidad penitenciaria. Coppolecchia subrayó que fue introducido en una celda de aislamiento otros diez días y que finalmente lo sacan encapuchado y es llevado hasta un lugar donde es obligado a tirarse al piso y sus manos inmovilizadas a una cucheta.

Aseguró que, siempre con los ojos vendados, fue llevado a otro sector donde lo sentaron en una cama metálica y que al día siguiente es interrogado por individuos que lo acusaban de proteger a ciudadanos chilenos vinculados con el terrorismo. El testigo consideró que su detención obedeció a que los militares necesitaban tener en prisión a un dirigente gremial de la región.

El declarante afirmó que, una vez en libertad -el 16 de agosto de 1976-, tuvo un entredicho con el jefe militar de Bariloche. Dijo que decidió impedir que el jefe castrense continuara con sus reuniones habituales en el hotel para jugar al ajedrez. Admitió que esta postura "no le cayó bien". Además de este episodio, la víctima recordó también que intentaron sacar un cuadro de Juan Domingo Perón colocado en el albergue y que se negó de manera rotunda.

A preguntas de las partes, aseguró que “no fue torturado físicamente”, pero consideró su detención, el aislamiento, la imposibilidad de ver y la decisión de los secuestradores de impedir tener contacto con su familia, “no hay duda que se trata de hechos directamente relacionados con la tortura".

 Entre el olvido y las imprecisiones 

Neuquén; La audiencia de ayer se inició con la declaración de Héctor Negrete, baqueano del Regimiento 26 de Junín de los Andes, quien conocía a Ernesto Joubert, detenido el 27 de mayo de 1977. Joubert brindó su testimonio el jueves donde acusó al imputado Emilio Sacchitella de los padecimientos físicos y psíquicos sufridos en Gendarmería Nacional de esa localidad.

Las declaraciones del testigo no resultaron favorables. Admitió haberse apresurado en testimonios ofrecidos en la instrucción de la causa, pero afirmó que conocía al militar Raúl Domínguez a quien calificó como "un sujeto golpeador". Dominguez fue identificado por Joubert como uno de los sujetos que lo interrogaban y torturaban en "La Escuelita". Posteriormente testificó un ex empleado del Servicio Penitenciario Federal que en 1976 trabajaba en la U9, quien no recordó prácticamente nada de lo ocurrido dentro y fuera del penal.

Sin embargo, Marcial Troncoso reconoció que una noche en la habitación donde descansaba el personal de refuerzo, se encontró con una persona que había sido tapado con una manta, y que “estaba inmóvil" y "no sabía si estaba vivo o muerto”. También declaró Jorge Amaré, suboficial del Ejército encargado de la sala de armas del Batallón de Ingenieros 181. Afirmó que respondía al mando del teniente Gustavo Vitón. Señaló que en aquel entonces se desplegaron unos 30 militares hasta la Comisaría Cuarta de Cipolletti y que semanalmente viajaba hasta el lugar con personal del Batallón para limpiar las armas.
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