SINDICALISMO (2° parte)

En la invitación que me hiciera llegar el director de Redacción popular, Raúl Isman, me decía “El perfil que tendrá la publicación será de artículos de interpretación, no de noticias de último momento”.

Interpretar el “Sindicalismo” será entonces intentar expresar lo que sobre ello puedo conocer. Y esto desde mis percepciones personales. A su vez entiendo esta columna como un AGORA (Ese espacio donde se encuentran distintos actores de la comunidad a reflexionar y actuar para ejercer ciudadanía).

Pero precisamente la primera percepción tiene que ver con lo que considero uno de los más grandes éxitos de la política neoliberal: conseguir que la mayoría de la gente no se interese por participar en actividades políticas y/o gremiales.

Me parece entonces que necesito comenzar por formular las primeras preguntas: ¿qué es el sindicalismo? ¿Cuándo y en qué circunstancias nace? ¿Con qué objetivos?
El Sindicalismo es un sistema de organización obrera. Los orígenes del sindicalismo están vinculados temporalmente a la Revolución Industrial, lo que había sucedido entonces era que habían variado -y bruscamente- los métodos de producción. Habían variado entonces –en cantidad y cualidades- los puestos de trabajo. “¿Qué será ahora de nosotros, qué será de nuestros hijos?” seguramente se preguntaron los trabajadores entonces. Y hoy podemos leer una historia.
¿Muy básico? ¿Solo para sumar renglones? A medida que vayamos relacionando estos datos básicos con lo que hoy sucede veremos que precisamente lo básico es lo que muchas veces dejamos de lado, irresponsablemente.

Si decimos “sistema de organización” tenemos claro que hay objetivos. Y muchos de esos objetivos se cumplieron a través del tiempo.
Los escenarios cambian, los medios y los fines también. Pero no cambia la necesidad de organizarse para conseguir objetivos.

Segunda interpretación personal: El sindicalismo fue, es, y seguirá siendo la herramienta más importante para equilibrar las fuerzas que interactúan en el mundo del trabajo.

Si hablamos de cambios estamos obligados a preguntarnos ¿QUÉ HACEN LOS SINDICATOS HOY?
Livianamente trazo un mapa.
Los trabajadores consideran que por “el trabajo” que realizan merecen retribuciones a cambio.
Esas retribuciones tienen que ver con lo que están dispuestos a ofrecer a cambio del trabajo aportado los empresarios por un lado, cuando hablamos de “las condiciones de empleo”, y el estado por otro, cuando hablamos de temas como vivienda o coberturas médicas.
Claro que hay cosas que se pueden negociar tanto con los empresarios como con el Estado, como puede ser la cantidad de horas de jornada laboral, o un aumento del salario básico.
Señores, hay que sentarse a negociar. Y para eso están los sindicatos, los sindicalistas.

No estaría mal seguir con preguntas para profundizar en los aspectos teóricos, pero nos encontramos –lamentablemente- con esta situación: los sindicalistas “negocian” a favor de los trabajadores, pero los trabajadores no tienen una buena imagen de los sindicalistas. Podemos decir incluso que en muchos –demasiados- casos no se sienten representados.

Acá vienen comentarios sobre el “enriquecimiento” de algunos sindicalistas, sobre “acuerdos” que perjudicaron a los trabajadores, sobre la “mala prensa” que tiene el sindicalismo, etc.
Y no porque no merezcan atención estos comentarios, pero voy a dejar de lado los juicios de valor sobre ellos para ir directamente a una sentencia que no me es propia, es de la realidad: los beneficios obtenidos para los trabajadores como resultado de las negociaciones de los sindicatos son, sino nulos, insuficientes. (¿Percepción personal?)

Las preguntas que ahora surgen, entonces, tienen que ver con los cambios. Cambios culturales, cambios económicos, cambios en las condiciones de empleo... GLOBALIZACIÓN.
¿En qué han cambiado los trabajadores? ¿En qué han cambiado sus derechos? ¿En qué ha cambiado, entonces, la forma de defender los derechos de los trabajadores?
¿Se adaptaron las estructuras sindicales a los cambios que vivimos como consecuencia de los procesos globales? ¿Son obsoletos los medios de negociación? ¿Fue –o es- insuficiente la “capacitación sindical” para que las organizaciones cuenten con cuadros preparados para las exigencias actuales?

Las preguntas que necesitamos respondernos tienen que ver con repensar nuestra realidad, cómo llegamos a ella, y cómo modificarla. Tienen que ver, en definitiva, con la elaboración de un PROYECTO SINDICAL, (percepción personal) porque es precisamente la falta de proyecto la que convierte en vulnerable a la estructura más grande. Y por el contrario, son las fuerzas en equilibrio las que permiten la estabilidad de la célula más pequeña.

Hay que trabajar para encontrar las herramientas que nos permitan participar en la elaboración de las reglas de juego. Hay que trabajar para estar a la altura de los complejos procesos globales. Hay que trabajar para ser muy precisos a la hora de describir el punto de partida, porque cada día hay que revisarlo a pesar de ser siempre el mismo objetivo.

Las relaciones sociolaborales son cada vez más complejas, las instituciones se cuestionan desde afuera y desde adentro, el “mercado de trabajo” modifica las reglas cada día, la precariedad laboral avanza a pasos agigantados, entonces, no hay lugar para experimentos.

No son tiempos para ninguna refundación, sino para desarrollar los principios básicos del sindicalismo, adaptándolos a las nuevas y complejas manifestaciones del trabajo, para hacerlos extensivos a todo el espectro de trabajadores y trabajadoras.

Y sigo con mis percepciones: Por eso no se puede hacer un sindicalismo solo de estructuras, de aparato, sino hay que desarrollar un sindicalismo en y desde el centro de trabajo, porque, aunque pueda parecer una obviedad, es en el centro de trabajo donde están los trabajadores y trabajadoras reales; porque es en el centro de trabajo donde nacen y se desarrollan los Consejos Internos; porque es en el centro de trabajo donde surgen gran parte de los conflictos, donde se manifiesta la precariedad laboral, pero, sobre todo, es donde surge la fuerza y la capacidad para resolver los problemas y superar los conflictos.

Esta columna, finalmente, tiene como misión cuestionar nuestra propia actitud para con el sindicalismo. Tiene como objetivo generar algún ámbito de reflexión, aunque ese ámbito esté circunscrito a la intimidad de algún lector inquieto.

Serán indispensables sus comentarios, sugerencias, aportes de diferente índole, ya que si bien no pretendo “decir”, sino “concluir”, un punto de partida es considerar que el Sindicalismo cupular, autoritarista, ya no aporta soluciones en el mundo que nos toca vivir. Necesitamos entonces un sindicalismo donde podamos vivenciar la participación.

El poder es una ficción. Y buena prueba de ello la podemos obtener observando el gran poder que creamos –Y CEDEMOS- nosotros mismos cada vez que callamos, permitiendo así que otros opinen –Y DECIDAN- por nosotros.

Estoy convencido de la necesidad de UN SINDICALISMO CRITICO, que no es un sindicalismo de “oposición”, ES UN SINDICALISMO QUE APORTA DESDE EL ANÁLISIS Y EL DEBATE, UN SINDICALISMO QUE APORTA DESDE LA PROPUESTA Y DESDE LA ACCIÓN.

Última percepción personal: UN SINDICALISMO MEJOR ES POSIBLE, pero hay que trabajar mucho para conseguirlo.
Quedan invitados.

Fuente: Fernando Puente y Redacción Popular
Esta nota fue publicada en REDACCION POPULAR
www.redaccionpopular.com
Revista dirigida por Raúl Isman
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