El duro camino de volver a enseñar oficios


Oficios. Empresas, sindicatos y gobiernos trabajan en la formación. (foto: Angel Amaya)
Sindicatos y cámaras empresariales desarrollaron escuelas para recuperar capacidades laborales perdidas en los 90. La reactivación de sectores castigados por el ajuste generó un déficit de oferta laboral. El caso de textiles, calzados y panaderos.


La transmisión de saberes de generación en generación logró conformar a lo largo de los años en la Argentina un universo de oficios que caracterizaron el mercado laboral y la calidad de la mano de obra doméstica. Ese proceso que fue primero autodidacta y luego incentivado a mitad del siglo pasado por la educación formal a través de las escuelas técnicas, sufrió un duro traspié en la década del 90 —de la mano de las políticas neoliberales tanto en lo económico como en lo cultural-educativo— y quedó prácticamente desmantelado con la crisis de 2001.

La recuperación de la actividad productiva en la posconvertibilidad, que generó una renovada demanda de empleo calificado, sacó a la luz este déficit y motivó una serie de acciones público-privadas para remediar una situación a través de la capacitación en determinados oficios, una situación que para los especialistas actúa como una solución de corto plazo que no va al fondo del problema. “Son una respuesta institucionalmente anticuada” y hoy los oficios “son insuficientes” porque la empresa moderna “requiere variados conocimientos, habilidades y actitudes de un trabajador que sólo una formación profesional puede ofrecer”, recordó el subsecretario de Política Económica de Santa Fe, Lucio Geller (ver aparte).

Aún así, desde sindicatos, asociaciones empresariales y organizaciones no gubernamentales que encararon capacitaciones consideran que aunque se trate de acciones puntuales ofician como un aporte clave para la empleabilidad en un momento de creciente demanda de trabajo calificado.

Un caso testigo es la industria de la indumentaria en Rosario. La actividad que tuvo tiempos de esplendor y posicionó a la ciudad como un polo productivo importante a través del desarrollo de marcas propias sufrió los avatares de la crisis de 2001. Atendiendo a la necesidad de formación— dado que las instituciones que la brindaban estaban mayoritariamente orientadas al corte y confección—, la Cámara de Mujeres Empresarias Pymes de la provincia de Santa Fe, empezó en 2002 —a partir de la iniciativa de su entonces presidenta— a armar un proyecto de formación para costureras y moldería industrial.

Cristina Pontillo, presidenta de la cámara, dijo que cuando comenzaron con el proyecto apenas contaban con 3 máquinas de coser y otras que aportó la Nación a través de un convenio con la entidad. “Arrancamos con 10 alumnas y podemos decir orgullosas que ya pasó una gran cantidad, además de haber logrado más espacios y máquinas, algo que nunca es suficiente por la gran demanda que hay”, recordó.

Las alumnas explicaron que si bien hay hombres que están en el rubro, en general es una alternativa de trabajo con participación mayoritaria de mujeres, que se capacitan ya sea para trabajar en fábricas o con la expectativa de armar un emprendimento propio.

Tal es el caso de Sara, de 50 años, quien alentada por su familia cambió el oficio de la cocina por un curso de costurera industrial. Reconoció que su primera idea fue hacer algo propio pero también asumió que hay riesgos que todavía no consigue asumir, como la edad y tener el margen económico para esperar los por lo menos tres años, período que se estima necesario para que un proyecto de sus frutos.

Distintas egresadas de los cursos a las que consultó La Capital se mostraron entusiasmadas con el aprendizaje recibido porque resulta un puente para la salida laboral. Así, la cámara viene realizando distintos convenios con la Nación, la provincia o el municipo para ofrecer los cursos que tienen gran demanda. Tienen una duración de alrededor de 3 meses de carácter teórico-práctico, y con una carga horaria de 4 horas diarias. No es requisito contar con experiencia previa.

Virgina, otra de las egresadas de la formación que se brinda en la cámara tiene 22 años y cuenta feliz que hoy está trabajando en una empresa textil. Con pasión relata que si bien en Rosario se trabaja más con la tela de punto (tal como el modal que es más accesible) es interesante hacerlo con la denominada “tela plana” (por ejemplo la gabardina o la seda), ya que se le puede poner otro valor agregado como pasamanería o adornos, para sectores con mayor poder adquisitivo.

La mayoría de las consultadas si bien tenían algunas nociones básicas de costura reconocen que lo que hoy pueden aplicar en un trabajo lo lograron mediante la formación. Tal es el caso de Sonia, quien con el monto de una indemnización se compró máquinas y comenzó la búsqueda para encontrar un oficio. Le llevó casi un año ese camino hasta que se topó con un cartel en la Municipalidad que informaba sobre los cursos.
Para muchos los servicios de empleo fueron la fuente de información. Pero se quejaron porque si bien la demanda es mucha, hay demora entre el momento en que se incriben al curso y son llamadas para realizar la capacitación.

El arte en los pies. Hacer zapatos es también un oficio que se fue transmitiendo de generación en generación. Como toda técnica conlleva un trabajo y una experiencia —que crisis de 2001 mediante— se fue extinguiendo a la luz de la falta de empleo del sector. La escasez de mano de obra en la actividad tras la reactivación motivó a la industria del sector —que tiene un fuerte componente artesanal— a tomar la riendas de la cuestión y junto al Estado organizar una escuela de capacitación que coordina la Cámara Argentina de Calzado, en la cual jóvenes y también adultos de ambos sexos buscan un oficio y una salida laboral.
Alberto Sierra, gerente de la Cámara del Calzado, explicó que desde el año 2004, cuando arrancaron con la escuela, ya se formaron en distintos oficios relacionados con la industria, unas 600 personas. De esa cantidad, 400 consiguieron empleo en el sector a través de la bolsa de trabajo.

“En el 2003 el sector comenzó a salir de la peor crisis de su historia, después del 2001, con muchas fábricas cerradas y sin gente para trabajar en el sector”, explicó Serra y agregó que el del calzado era un oficio que se transmitía de generación en generación, ya que no había escuelas de capacitación y técnicas que lo hicieran. “No había ningún padre que quisiera que su hijo estudiara el oficio”, indicó el gerente de la Cámara para sintetizar el clima que se vivía por entonces.

Ante esto, en una acuerdo de partes, entre el Ministerio de Trabajo de la Nación, junto con el sector industrial y el sindicato, se firmó un convenio para capacitación que funcionó al mismo tiempo en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. El Ministerio aportó los fondos para la compra de maquinarias que se utilizan para el aprendizaje y en 2004 se echó a andar el centro de formación.

Actualmente se dictan cursos de aprendiz de cortador, de aparado y el de armador. En algún momento se dictó el de modelaje y no se descarta que se arranque con otras capacitaciones en función de las demandas del mercado. Lo dictan cuatro docentes y generalmente se hacen dos por año en al sede la cámara. También hay una bolsa de trabajo y un programa de seguimiento de la formación.

“Después de la capacitación las empresas los entrenan unos 6 meses y si coincide con el perfil que buscan, los contratan”, explicó Cristian Recchio, titular de la gerencia de empleo del Ministerio de Trabajo de la Nación delegación Rosario, quien indicó además que toda esa actividad que se realiza depende de un programa sectorial de calificación que parte de una mesa de negociación que analiza lo que le falta al sector.
Desde esa dependencia se trabaja en la certificación de las competencias laborales de quienes tienen el oficio y están pensando en la recalificación. “Se trabaja también para acotar los niveles de trabajo en negro en un sector que tiene un alto nivel de terciarización”, dijo.

Casos testigos. En ese sentido, una de las asistentes a los cursos de aparado, Samantha (de 23 años), relató que se inscribió interesada en la posibilidad de una salida laboral y además porque funciona la bolsa de trabajo. “Mi familia se dedica a la costura, a la marroquinería y a lo textil. Vi el aviso y creo que es muy buena la enseñanza porque se conoce todo el sector”, aseguró.

El oficio no es un tema sólo para hombres. Jessica, de 22 años, también se interesó en la fabricación de calzado con la perspectiva de tener un emprendimiento propio. Coincidió con su compañera en que la enseñanza es muy buena y resaltó la paciencia de los docentes. En tanto, Pablo uno de los hombres que participan del curso consideró que es una buena posibilidad de trabajo.

Los encargados de la transmisión de lo conocimientos del oficio son Jorge y Ana. El fue encargado de una fábrica por 29 años y asegura que se trata de una actividad que fue aprendiendo con “los golpes de la vida”.
Actualmente Santa Fe provee el 15% de la producción nacional de calzado y hay en territorio provincial unas 200 fábricas, de las cuales el 75% están ubicadas en la zona de Rosario. El 90% son pymes.

Amasando saber. El oficio de panadero es otro de los que está en camino de extinción. Sin embargo, también desde un acuerdo conjunto entre sindicatos y asociaciones industriales se están realizando cursos de capacitación que permitan preservarlo. Aunque quienes tienen experiencia en la actividad destacan que “la actividad se aprende en el día a día”, aseguran que la formación aporta herramientas para iniciarse en el oficio o arrancar un emprendimiento.

En Rosario hay alrededor de 450 panaderías entre las están en los barrios —más artesanales— y las más tecnificadas, incluyendo aquellas que iniciaron una reconversión incorporando bares como una opción para el consumo. En ese sentido, detrás de ese pan crujiente o de la medialuna sabrosa, está el trabajo de un oficio, que implica una actividad que se inicia bien temprano a la madrugada y que llega a la mesa en distintas horas del día.

En ese sentido, detrás de ese pan crujiente o de la medialuna sabrosa, está el trabajo de un oficio.
Según Mario García, secretario del Sindicato de Panaderos de Rosario, hay una carencia de maestros panaderos, oficio que se formó de “generación a generación” en lo que se denomina “cuadra” (la cocina de la panadería). Desde su perspectiva, esta carencia tiene que ver, entre otros motivos, con los bajos salarios que tiene la actividad, además de los horarios un tanto complicados para las nuevas generaciones, que lo ven como algo “muy sacrificado”.

“Creo que además de formación hace falta mejorar salarios y una mecánica que permita una mejor carga horaria que les permita la convivencia con la familia”, indicó.

Por esa dificultad en encontrar mano de obra, la Asociación de Industriales Panaderos de Rosario, comenzó hace 5 años a implementar en Rosario una iniciativa que partió de la Federación Argentina y que también ocupa a otras provincias.
Se trata de una escuela de capacitación con cursos de 3 meses para la formación de ayudante en panadería y de medio oficial panadero.
Gerardo Di Cosco, presidente de la asociación, resaltó que este proyecto surgió del sector empresario porque no se encontraba personal para trabajar. La institución funciona también como una suerte de bolsa de trabajo.
Para Di Cosco, la tecnología ha ayudado en gran parte a mejorar la calidad de vida del panadero y relató que en el sector, una de las características es que varias generaciones han estado transmitiendo el oficio. También reconoce que las nuevas generaciones tienen cierta dificultad para continuarlo.
Alumnos. Edith Herrera, una de las alumnas que realizan el curso en la Asociación de Industriales Panaderos, indica que se interesó en la propuesta porque le apasiona el tema de la panificación. El disparador fue un curso anterior que hizo sobre chef de cocina y le interesó la panadería como una opción de salida laboral.
Asegura que le gustaría trabajar en una panadería. No le teme a los horarios y destacó que hay más mujeres que hombres en los cursos.

En tanto, Jorge Pérez, que participa de las capacitaciones, relató que empezó la experiencia con la panadería en una entidad religiosa como algo recreativo. Hoy quiere llevar el oficio a chicos en condiciones sociales vulnerables. “Aunque tengo otra actividad, me interesa con el perfil de hacer algún microemprendimiento algún día”.

Para sintetizar la esencia del oficio, Mario García señaló: “Ser panadero es ritmo, vitalidad es trabajar con temperatura y fermentación. En ensayo y error permanente”.

Por Fabiana Monti / La Capital


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ruego leer el artículo adjunto que salió en La Capital este domingo 8 de mayo. Denuestra que nuestro sindicato precisamente va por el camino contrario ya que tenía una escuela y la echó a patadas. Que cada uno saque sus conclusiones.

http://www.lacapital.com.ar/economia/El-duro-camino-de-volver-a-ensear-oficios-20110508-0034.html

Angela

Charles Francis dijo...

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